(527) Estando ya muy cerca del emplazamiento de Vaca de Castro, los
almagristas decidieron enviarle un mensaje para que se negociara la paz.
Redactaron para Vaca de Castro una larga carta, firmada por Almagro el Mozo, y
otra, más breve, escrita por sus capitanes. El incansable Cieza pudo verlas
después con sus propios ojos, copiándolas íntegramente, pero haré un resumen de lo esencial. Empieza
él con el siguiente comentario: “De las cuales yo tuve los originales (quizá
las viera en algún archivo de Lima), e las pondré a la letra, como
acostumbro a hacer con otras que he puesto y pondré”. Es consciente del valor
testimonial e histórico de este tipo de documentos. La primera carta se la
dirige personalmente Diego de Almagro a Vaca de Castro. Lo cierto es que se
trataba, una vez más, de un esfuerzo baldío, porque el Mozo, cosa lógica,
quería vender ‘sus’ argumentos, y, como se suele decir, a Vaca de Castro le
iban a entrar por un oído y salir por el otro. El encargado de llevar los
documentos fue Lope de Idiáquez, en quien el Mozo confiaba mucho para defender
su causa.
La carta para Vaca de Castro empezaba muy mal, de forma ofensiva. Le
decía que se asombraba en gran manera de que, viniendo desde España como juez
nombrado por el Rey, se pusiera de parte de quienes habían provocado todo el
alboroto. Llega a reprocharle que se ha conjurado con los de Pizarro contra él,
olvidándose de cómo fue asesinado su padre, y de que le han quitado la
gobernación que le corresponde por herencia. Luego deforma la argumentación,
nuevamente con falta de tacto hacia Vaca de Castro, haciéndose el mártir y considerándose libre
de toda culpa: “Sabiendo de la venida de Vuestra Merced en mi perjuicio, con
mano armada e con mis enemigos, o, por mejor decir, de Su Majestad, temiéndome
ser Vuestra Merced damnificado de los que me parecen favorecerse, salí al Cuzco
para irle a buscar, e, llegando aquí, supe lo que no poco me ha
escandalizado”.
Insiste en sus derechos de gobernador, y vuelve a soltar
inconveniencias: “E digo que los que me siguen e yo somos servidores e vasallos
de Su Majestad, e peleamos bajo su imperial estandarte, defendiendo esta merced
(la gobernación heredada) hasta que Su Majestad mande lo que más
convenga a su servicio, pues, en caso de que yo sepa que su voluntad sea que no
tenga yo esta gobernación, la dejaré, juntamente con las armas”. Se olvida
también, de forma interesada, de que Vaca de Castro era precisamente el Juez
encargado por el Rey, con plenos poderes (que abarcaban toda la gobernación de
Perú), para someter a su autoridad a los que allí vivían y dictar sentencia
sobre el pleito entre almagristas y pizarristas. El asesinato de Pizarro lo
‘juzgó’ Vaca de Castro de inmediato (con todo derecho) como una rebeldía contra
el Rey que convirtió a los pizarristas en los buenos de la película. Continúa
diciendo que, si Vaca de Castro no se hubiese juntado, o se apartara, de sus
enemigos los pizarristas, le obecería como lo hace con el Rey. Y, acto seguido,
le amenaza abiertamente: “Pero, no haciéndolo así, certifico a Vuestra Merced
que mis hombres y yo iremos a defender los límites de esta gobernación, e
atacaremos a todos los que quisieren usurparlos”.
(Imagen) García de Lerma fue un caso raro, ya que su verdadera
experiencia era la de espabilado mercader y, sin embargo, tuvo cargos políticos
de mucha importancia en las Indias, adonde fue
varias veces. En uno de sus viajes, llegó el año 1529 como flamante
Gobernador del territorio colombiado de Santa Marta. Lo que nos interesa ahora
es que, dentro de la larga lista de sus acompañantes, figuraba LOPE DE IDIÁQUEZ,
que ya había batallado antes en Cuba, México y Guatemala; de él nos acaba de
decir Cieza que era muy amigo de Diego de Almagro el Mozo. Esa terminación en
‘ez’ de su apellido engaña. En realidad es vasco. En los archivos aparece Lope
relacionado con otros paisanos, como Zabala y Zurbano (de quien hablaremos en
la próxima imagen). Además de ser soldado, el año 1530 actuaba como funcionario en Santa Marta, ejerciendo
el cargo de Contador. Cuando se trasladó a Perú, y estando al servicio
primeramente de Diego de Almagro el Viejo, y después, de su hijo, su larga
experiencia militar, su cultura y su sensatez hicieron que se le confiaran
varias misiones de negociar la paz con el bando contrario. Naturalmente,
fracasó, porque las posturas eran irreconciliables. Participó, como almagrista,
en la batalla de las Salinas. Pero el
mal resultado de la negociación que hizo en 1542 con Vaca de Castro, provocó
que Diego de Almagro el Mozo lo considerara un traidor, y que Idiáquez, dolido,
se pasara al enemigo. Derrotado Almagro, Idiáquez habló en su defensa, pero fue
degollado. Sin duda, continuó siendo fiel al Rey, porque en 1549 formó parte de
la gloriosa expedición que hizo Pedro de Valdivia a Chile, aunque es muy
probable que, poco después, LOPE DE IDIÁQUEZ muriera luchando contra los
durísimos indios araucanos.
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