domingo, 18 de noviembre de 2018

(Día 679) Cumpliendo lo prometido, reactivo hoy, día 19 de noviembre, el blog para empezar a contar el drama de LAS GUERRAS CIVILES DE PERÚ. Nunca le podremos agradecer suficientemente a PEDRO CIEZA DE LEÓN la extensa y maravillosa crónica que nos regaló.


LAS GUERRAS CIVILES DE PERÚ

     (Imagen) Para comenzar a sumergirnos en las aguas empantanadas de las GUERRAS CIVILES DE PERÚ, nada mejor que preparar un pequeño homenaje a aquellos tipos llenos de bravura que hicieron cosas extraordinarias, lanzándose a una de las aventuras más asombrosas de la humanidad. La mayor parte de los protagonistas eran extremeños. El excepcional rey Carlos V escogió esa zona para esperar que la muerte acogiera sus cansados huesos. Estuvo muy enamorado de su mujer, Isabel de Portugal. Cuando ella murió, nunca volvió a casarse, pero vivió una intensa relación con la alemana Bárbara  Blomberg, de la que nació un hijo de enorme valía y prematuramente muerto, Don Juan de Austria. Años después, Carlos V lo reconoció como hijo en un escrito oficial, haciendo referencia a él con el nombre que llevó durante muchos años: “Estando yo en Alemania, después que enviudé, tuve un hijo natural de una mujer soltera, el cual se llama Gerónimo». Fallecido Carlos V, la vida de la bella Bárbara fue muy ajetreada, sobre todo en amores. Tanto Felipe II como Don Juan de Austria deseaban que se recluyera en un convento, pero ella consiguió evitarlo. Con mucho sentido del humor, los extremeños han registrado una cerveza que lleva su nombre (la de la imagen), con el sugerente lema de LA PASIÓN DE CARLOS V. Abriré una botella rememorando a todos aquellos héroes que tanta grandeza alcanzaron y tan olvidados han quedado.



     (269) Empezamos ahora el relato de la segunda parte de la conquista de Perú, en la que se narra el triste, tenebroso y lamentable espectáculo de LAS GUERRAS CIVILES. Como en todas las historias de las Indias, los españoles derrocharon valor en situaciones desesperadas, pero todo ello empapado en las miserias que son parte integrante de los enfrentamientos entre quienes fueron compañeros de armas, amigos, o incluso hermanos: odios, venganzas, crueldad, traiciones y ejecuciones implacables. A lo que hay que añadir que en diversos períodos se hizo manifiesta una clara rebeldía contra la Corona Española. Lo que demuestra hasta qué punto las pasiones se descontrolaron, ya que solamente un ciego podía creer que era posible vencer al emperador. Los sublevados ganaron batallas, pero no estaba a su alcance la victoria definitiva. El destino de los rebeldes fue siempre el mismo en las Indias.  Aunque la lucha durara años, había algo inevitable: más tarde o más temprano, eran descabezados (literalmente).

     Como dije, recurriré principalmente  en gran parte de la narración al maravilloso cronista PEDRO CIEZA DE LEÓN. Él inicia su texto contando algo que ya vimos, pero creo que nos vendrá bien para recordarlo bajo su punto de vista; nos servirá, además, para entender mejor  los hechos que desencadenaron las guerras civiles. Me ha sorprendido también Cieza porque, al tratarse ahora de sus libros posteriores, su estilo, que ya era extraordinario, ha mejorado con la práctica, y hasta ha perfeccionado las habilidades de investigador ‘periodístico’ que había lucido en sus obras anteriores. Asombra pensar en lo que logró hacer este hombre, como soldado y como escritor, en tan solo 34 años de vida.
     Titula Cieza su primer tomo de la Guerras Civiles como GUERRA DE LAS SALINAS, aunque hubo una batalla previa, la de ABANCAY, que también va a contar. Dado que toda la historia de la conquista de Perú está llena de acontecimientos y personajes, resulta muy útil cruzar las versiones de los cronistas para aclarar aspectos, e incluso para obtener una visión aceptablemente objetiva de los hechos y de las responsabilidades que tuvieron sobre los mismos los principales protagonistas. Serán muy interesantes, por ejemplo, los textos de Inca Garcilaso de la Vega, Don Alonso Enríquez de Guzmán y Pedro Pizarro (pariente del gran Francisco Pizarro), a quienes ya conocemos.
     Empieza Pedro Cieza de León poniéndonos en situación y anticipando lo que va a ocurrir: “Daré noticia de lo que contiene esta primera guerra, la de las Salinas. Venido de Chile Don Diego de Almagro, entró en el Cuzco por la fuerza de las armas, e prendió a Hernando Pizarro, que era en la ciudad lugarteniente del Gobernador Don Francisco Pizarro, e saliendo del Cuzco, fue al puente de Abancay y desbarató e apresó a Alonso de Alvarado; y hubo tratos ente ambos gobernadores, hasta que, estando libre Hernando Pizarro, se encendió más la guerra, y con la gente que cada uno pudo juntar, se dio la batalla de las Salinas”.

     (Imagen) PEDRO CIEZA DE LEÓN nos va a servir como cronista central de las guerras civiles de Perú. Veremos que las cuenta con sencillez, emoción y eficacia. Es increíble que pudiera ser soldado y al mismo tiempo dar a luz  su gran obra, “robando horas al sueño”, como decía él. Tenía un  pequeño problema en ese gran proyecto. Para dar una visión de conjunto, se veía obligado a interrumpir el hilo de las guerras civiles porque al mismo tiempo sucedían otros acontecimientos muy importantes, y, siempre tan caballeroso, le pedía disculpas al lector. Era muy consciente de que quizá a los lectores no les gustase que abandonara momentáneamente el tema principal, y con su habitual amabilidad les ruega, a los de su tiempo y a los futuros, que le comprendan, pues se  muestra convencido (¡qué razón tenía!) de que su crónica sería imperecedera: “No me culpe el lector de que haga digresión de las guerras civiles para contar otros acontecimientos, como el de las luchas contra los indios que hubo al mismo tiempo, pues era necesario para seguir el orden que llevo en mis libros. Si miran mi intención, no me culparán, pues es necesario contar las cosas que pasaron entre una guerra y otra, para que no haya confusión. E a los que viven en el tiempo presente, e a los que han de nacer, ruego que reciban mi humildad y llaneza de estilo con amor, mirando que soy tan ignorante que mi débil juicio no me parecía capaz de salir adelante con obra tan grande”. ¡Y vaya si salió..!





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