sábado, 24 de noviembre de 2018

(Día 684) El notable Gabriel de Rojas se pasa al bando de Almagro. El rebelde Manco Inca y sus indios disfrutaban viendo los enfrentamientos entre españoles. Va a empezar la batalla del río Abancay. El Capitán General de Pizarro era Alonso de Alvarado, lo que provocará después la traición de Pedro de Lerma por haber sido desplazado de ese cargo.


      (274) Ya dueño de la situación, Almagro, para animar a los vecinos de Cuzco, les prometió premiarlos y darles mejor trato que el que habían recibido de Hernando Pizarro. Le ofreció al prestigioso Gabriel de Rojas (capitán de Hernando Pizarro) el puesto más importante. A pesar de ser un hombre lleno de valores (del que ya hablé elogiosamente), Cieza da a entender que era algo chaquetero: “Almagro le pidió a Gabriel de Rojas que tomase la vara de Teniente e Justicia Mayor de la ciudad. Gabriel de Rojas era amigo de Almagro, pero también se condolía de los vecinos del Cuzco. Mirando que con tal cargo podía favorecerlos, o porque era amigo de andar con el tiempo y de acostarse a la parte que veía más próspera, aceptó ser Teniente e Justicia”.
     Mientras tanto, Manco Inca y sus indios, que habían fracasado en el cerco del Cuzco, contemplaban con regocijo el conflicto entre los españoles: “Cuando supieron las cosas que pasaban, holgábanse grandemente, esperando que sus dioses habían de permitir que hubiese tanta guerra entre los españoles, que fuese consumida en ella la mayor parte de ellos, de forma que pudieran tornar a recobrar su señorío”.
     El primer paso fatídico lo había dado Almagro. Le fue fácil apoderarse del Cuzco. Tener presos a Hernando y Gonzalo Pizarro le daba cierta tranquilidad frente a la previsible reacción agresiva de Francisco Pizarro. Y por el contrario, el temor a ser ejecutados era una pesadilla constante para los dos rehenes. Tras ese aperitivo de guerra civil, vendrá el primer plato fuerte, y quien lo va a saborear con deleite será Almagro. Pero el segundo le resultó tan indigesto que le costará la vida. Arriba el telón: LA BATALLA DEL RÍO ABANCAY.
     Cieza nos pone en antecedentes del protagonismo que va a tener ALONSO DE ALVARADO en este encontronazo entre los  dos bandos. El cronista Pedro Pizarro ya nos contó (tendenciosamente) que Almagro no habría podido apoderarse del Cuzco si Alvarado no se hubiera entretenido sometiendo a unos indios que andaban molestando en una zona de encomiendas que pertenecían a ANTONIO PICADO, el poderoso secretario de Pizarro. Incluso aseguraba (injustamente) que de esa manera consiguió Alvarado desplazar a PEDRO DE LERMA en el puesto de capitán general. Lo que sí parece haber ocurrido es que fue esa humillación lo que le impulsó después a Pedro de Lerma a pasarse al bando de Almagro (como veremos).
     Cieza explica que Alonso de Alvarado terminó en aquella zona con la resistencia de los indios, pero que se dio cuenta de que un cacique que iba con él aparentemente como colaborador, en realidad le estaba dando informaciones falsas, y, cosa rara en él, “enojado por ello lo mandó quemar”. A partir de ese momento, Alvarado iniciará su actuación en el Cuzco: “En el valle de Andaguaylas  supo por los indios que Almagro había entrado en la ciudad del Cuzco y apresado a Hernando Pizarro e a su hermano Gonzalo Pizarro. Mas estas cosas no las creyó, pues habiendo ido Almagro con tan ilustre ejército a las provincias tan ricas de Chile, no era creíble que se volviera sin dejarlas pobladas. Y siguió su camino (iba hacia el Cuzco), llegando a Cochacaxa”.

     (Imagen) PEDRO DE LERMA fue un extraordinario capitán, y, sin embargo, escasean los datos sobre su biografía. Llegó a las Indias con una persona ciertamente peculiar, su tío GARCÍA DE LERMA, quien, siendo más hombre de negocios y de letras que de guerra, fue nombrado Gobernador de Santa Marta  (en zona colombiana), tras haber  desembarcado en Santo Domingo como asesor de Diego Colón, el hijo del descubridor. Ocurrió después que García tuvo un enfrentamiento tan ácido por alguna cuestión económica con su sobrino, Pedro, que ordenó su destierro. Cuando lo llevaban embarcado con destino a España, Pedro tuvo la habilidad de convencer a quien estaba al mando de la nao para que le dejara quedarse en Santo Domingo. Lo que hizo después fue tratar de legalizar su situación dirigiéndose a la Real Audiencia de la isla para querellarse contra su tío porque la pena del destierro era excesiva. Sorprendentemente, encontró allí una ayuda esencial para su causa de alguien que después sería su mortal enemigo: Hernando Pizarro. Ya libre de cargos, Pedro soñó con ir a Perú, algo que tuvo que aplazar hasta que su tío muriera, porque eran tantos los que lo hacían, que se iba quedando despoblada su gobernación. Ya en Perú, se convirtió en el principal capitán de Pizarro, pero, al ser desplazado por el brillante Alonso de Alvarado, desahogó su rencor pasándose al bando de Almagro, lo que le llevó al fracaso y a la muerte. Para bien o para mal, las vidas se cruzaban entre aquellos trotamundos.



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