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Ya dueño de la situación, Almagro, para animar a los vecinos de Cuzco, les
prometió premiarlos y darles mejor trato que el que habían recibido de Hernando
Pizarro. Le ofreció al prestigioso Gabriel de Rojas (capitán de Hernando
Pizarro) el puesto más importante. A pesar de ser un hombre lleno de valores
(del que ya hablé elogiosamente), Cieza da a entender que era algo chaquetero:
“Almagro le pidió a Gabriel de Rojas que tomase la vara de Teniente e Justicia
Mayor de la ciudad. Gabriel de Rojas era amigo de Almagro, pero también se condolía
de los vecinos del Cuzco. Mirando que con tal cargo podía favorecerlos, o
porque era amigo de andar con el tiempo y de acostarse a la parte que veía más
próspera, aceptó ser Teniente e Justicia”.
Mientras tanto, Manco Inca y sus indios,
que habían fracasado en el cerco del Cuzco, contemplaban con regocijo el
conflicto entre los españoles: “Cuando supieron las cosas que pasaban,
holgábanse grandemente, esperando que sus dioses habían de permitir que hubiese
tanta guerra entre los españoles, que fuese consumida en ella la mayor parte de
ellos, de forma que pudieran tornar a recobrar su señorío”.
El primer paso fatídico lo había dado
Almagro. Le fue fácil apoderarse del Cuzco. Tener presos a Hernando y Gonzalo
Pizarro le daba cierta tranquilidad frente a la previsible reacción agresiva de
Francisco Pizarro. Y por el contrario, el temor a ser ejecutados era una
pesadilla constante para los dos rehenes. Tras ese aperitivo de guerra civil,
vendrá el primer plato fuerte, y quien lo va a saborear con deleite será
Almagro. Pero el segundo le resultó tan indigesto que le costará la vida.
Arriba el telón: LA BATALLA DEL RÍO ABANCAY.
Cieza nos pone en antecedentes del
protagonismo que va a tener ALONSO DE ALVARADO en este encontronazo entre
los dos bandos. El cronista Pedro
Pizarro ya nos contó (tendenciosamente) que Almagro no habría podido apoderarse
del Cuzco si Alvarado no se hubiera entretenido sometiendo a unos indios que
andaban molestando en una zona de encomiendas que pertenecían a ANTONIO PICADO,
el poderoso secretario de Pizarro. Incluso aseguraba (injustamente) que de esa
manera consiguió Alvarado desplazar a PEDRO DE LERMA en el puesto de capitán
general. Lo que sí parece haber ocurrido es que fue esa humillación lo que le
impulsó después a Pedro de Lerma a pasarse al bando de Almagro (como veremos).
Cieza explica que Alonso de Alvarado terminó
en aquella zona con la resistencia de los indios, pero que se dio cuenta de que
un cacique que iba con él aparentemente como colaborador, en realidad le estaba
dando informaciones falsas, y, cosa rara en él, “enojado por ello lo mandó
quemar”. A partir de ese momento, Alvarado iniciará su actuación en el Cuzco:
“En el valle de Andaguaylas supo por los
indios que Almagro había entrado en la ciudad del Cuzco y apresado a Hernando
Pizarro e a su hermano Gonzalo Pizarro. Mas estas cosas no las creyó, pues
habiendo ido Almagro con tan ilustre ejército a las provincias tan ricas de
Chile, no era creíble que se volviera sin dejarlas pobladas. Y siguió su camino
(iba hacia el Cuzco), llegando a Cochacaxa”.
(Imagen) PEDRO DE LERMA fue un
extraordinario capitán, y, sin embargo, escasean los datos sobre su biografía.
Llegó a las Indias con una persona ciertamente peculiar, su tío GARCÍA DE LERMA,
quien, siendo más hombre de negocios y de letras que de guerra, fue nombrado
Gobernador de Santa Marta (en zona
colombiana), tras haber desembarcado en
Santo Domingo como asesor de Diego Colón, el hijo del descubridor. Ocurrió
después que García tuvo un enfrentamiento tan ácido por alguna cuestión
económica con su sobrino, Pedro, que ordenó su destierro. Cuando lo llevaban
embarcado con destino a España, Pedro tuvo la habilidad de convencer a quien estaba
al mando de la nao para que le dejara quedarse en Santo Domingo. Lo que hizo
después fue tratar de legalizar su situación dirigiéndose a la Real Audiencia
de la isla para querellarse contra su tío porque la pena del destierro era
excesiva. Sorprendentemente, encontró allí una ayuda esencial para su causa de
alguien que después sería su mortal enemigo: Hernando Pizarro. Ya libre de
cargos, Pedro soñó con ir a Perú, algo que tuvo que aplazar hasta que su tío
muriera, porque eran tantos los que lo hacían, que se iba quedando despoblada
su gobernación. Ya en Perú, se convirtió en el principal capitán de Pizarro,
pero, al ser desplazado por el brillante Alonso de Alvarado, desahogó su rencor
pasándose al bando de Almagro, lo que le llevó al fracaso y a la muerte. Para
bien o para mal, las vidas se cruzaban entre aquellos trotamundos.
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