martes, 27 de noviembre de 2018

(Día 686) Pedro de Lerma logra mandarle a Almagro un mensajero para comunicarle que tenía ya muchos hombres dispuestos a pasarse a su bando. También Hernando Pizarro consigue avisarle a Alonso de Alvarado de que Almagro se ha apoderado del Cuzco, lo que le hace comprender que el conflicto será inevitable.


    (276) En su versión, Cieza nos precisa quiénes fueron los mensajeros de uno y otro bando. El enviado por Hernando Pizarro a Alonso de Alvarado era Pedro Gallego, “hombre muy andador y que había andado por todos los caminos de la tierra; partió del Cuzco tomando vestidura de indio, cortándose la barba, sin llevar espada sino una honda, y metiendo la carta en un canuto”. Con lo que dice queda claro que era muy grande el peligro de que le interceptaran los indios por el camino. Nos acaba de hablar Pedro Pizarro de la carta que el ‘traidor’ Pedro de Lerma le remitió a Almagro para que atacara a Alonso de Alvarado. En la crónica de Cieza se aclara que era una respuesta a un mensaje que anteriormente le había enviado el propio Almagro pidiéndole que se pasara a su bando. Nos comenta que, para contestarle, Lerma se sirvió de otro corredor de ‘ligeros pies’ (como Aquiles): “Pedro de Lerma, habiendo recibido las cartas del Cuzco, deseando responder al Adelantado Don Diego de Almagro (Cieza nunca le llama ‘Gobernador’), envió con la respuesta a Melchor Palomino, que también era muy ligero, llevando unas cartas escritas por él y por otros muchos del real ofreciéndose enteramente al servicio de Almagro, y diciéndole que se alegraban mucho de que lo hubiesen recibido como Gobernador en el Cuzco, pues así lo mandaba Su Majestad en sus provisiones (la eterna estrategia de dar por cierto lo dudoso). Al día siguiente, se echó de menos a Palomino. Al saberlo el capitán Alonso de Alvarado, recibió mucha pena suponiendo que lo había enviado alguno de sus capitanes”.
     Justo entonces, llegó Pedro Gallego con el aviso de Hernando Pizarro (quizá se cruzara con Palomino): “Cuando Alonso de Alvarado leyó la carta, le pesó que Almagro hubiese tomado por la fuerza la posesión del Cuzco (hasta entonces solo sabía que podía ocurrir)”. Luego Cieza manifiesta una opinión mucho más creíble que la que hizo Pedro Pizarro sobre el comportamiento de Alonso de Alvarado, hombre muy respetado por casi todos los cronistas: “Y  no habría recibido esta pena si él hubiera llegado al Cuzco antes de que entrara Almagro, pero la culpa no fue suya sino del Gobernador don Francisco Pizarro, que le mandó invernar en Jauja para que dejase a todos los indios pacificados (como vimos, Pedro Pizarro aseguraba que Alvarado hizo ese trabajo para proteger las encomiendas de indios del influyente Antonio Picado, a quien, según él, le debía el puesto de general que ostentaba Pedro de Lerma)”.
     Después Alonso de Alvarado reunió a sus capitanes y les leyó la preocupante carta de Hernando Pizarro. Decidieron mantener allí su campamento, enviarle las noticias a Francisco Pizarro, y darle a Almagro, si se sentía molesto por su permanencia en aquel lugar, la explicación de que estaban a la espera de las órdenes de Pizarro. “Y, si Almagro decidiera atacarlos, el tiempo diría lo que fuese mejor. Pero Alvarado bien entendía que ya la cosa iba rota, y la amistad tan antigua de los de Almagro y los de Pizarro, deshecha, y que estaba el negocio puesto en nivel tan delicado que, si Dios no ponía en ello su mano, habría grandes daños, con muchas muertes”.

     (Imagen) Hoy hemos visto la actuación de dos traidores haciendo de mensajeros espías, uno, Pedro Gallego, a favor de Hernando Pizarro, y el otro, Melchor Palomino, para ayudar a Almagro. El primero va a morir pronto, en la batalla de las Salinas, pero consta que el segundo aún vivía en 1551, aunque no sabemos si por mucho tiempo, ya que era uno de los demandados por doña Brionda de Acuña, la viuda del asesinado virrey Blasco Núñez Vela. Adelantemos que, cuando las guerras civiles terminaron, les cayó a los vencidos todo el peso de la justicia. Curiosamente, uno de los encargados de juzgarlos fue el gran ALONSO DE ALVARADO, siempre consciente del demencial error de alzarse contra la Corona. El Rey publicó la durísima sentencia. En la imagen vemos la primera página del expediente (resumo el texto): “Por los delitos de traición y rebelión cometidos en las provincias de Perú por Gonzalo Pizarro y otros, sus secuaces, contra nuestro servicio y bien común de aquella tierra, el Licenciado Oidor de la nuestra Audiencia e Cancillería Real de las dichas provincias, y el Mariscal ALONSO DE ALVARADO, jueces nombrados para el castigo de los dichos delitos, procedieron contra los dichos rebeldes y traidores, y los proclamaron traidores, y a algunos de ellos condenaron a penas de muerte natural, e a otros a penas de azotes e a que sirviesen perpetuamente en nuestras galeras, y a otros en destierro de aquellas provincias para estos reinos y para otra partes de las Indias, y en otras penas, y a todos ellos en confiscación y perdición de todos sus bienes”.



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