lunes, 26 de junio de 2017

(Día 417) Un breve resumen de la trayectoria de Pedro Cieza de León desde su llegada a Indias hasta su muerte en Sevilla.

(7) En esas circunstancias, dos años después, llegó Cieza a América, desembarcando en  la colombiana Cartagena de Indias. En esa misma expedición, volvía Hernando Pizarro de su viaje a España con documentación de la Corona para su hermano Francisco. Pero el curtido soldado y el novato adolescente siguieron distintos caminos y no volvieron a verse nunca más. Durante un tiempo, Pedro no se movió de la ciudad costera, y ya, como un bicho raro en aquel ambiente, empezó a tomar notas del sorprendente espectáculo de aquel lugar en el que se mezclaba lo mejor y lo peor, con gente rica, aventureros rumiando sus sueños y arribada de barcos con esclavos negros, a los que solamente los religiosos trataban con respeto, como lo hizo allí mismo más tarde, y en grado sumo, San Pedro Claver.
   Pero pronto le vemos a Cieza en movimiento. Figura en campaña por varios parajes, desde 1536, bajo las órdenes de distintos capitanes, como Alonso de Cáceres,  el juez Vadillo y alguien que había sido enviado directamente por Francisco Pizarro, Lorenzo de Aldana, lo que supone el primer contacto directo del todavía adolescente con las tropas de Francisco. El año 1539, quedará Cieza bajo el mando de un personaje extraordinario y trágico, al que siempre quiso y admiró, el capitán Jorge Robledo, quien, por orden de Aldana, dirigió una expedición en Colombia llevando con él  a su apreciado ‘criado’, el joven Pedro, durante la cual fundaron algunas poblaciones. Robledo, que avanzaba rápidamente pero dando buen trato a los indios (fue uno de los conquistadores más humanos), se pasó de jurisdicción y fue apresado por quien tenía los derechos, el capitán Alonso de Heredia, aunque pronto consiguió la libertad, precisamente a través de las gestiones que le encomendó al jovencísimo y hábil Cieza. Robledo volvió a cometer la misma imprudencia basándose en que tenía una autorización judicial (todavía no tramitada oficialmente), pero esta vez tropezó con el temible Sebastián de Benalcázar (a quien  veremos con frecuencia en esta historia), lo que le costó ser derrotado, juzgado militarmente y ejecutado. De forma brutal, Benalcázar puso un rótulo junto a su cabeza  cortada con este texto: “Si de esta vez no escarmienta Robledo, yo le tendré por muy grandioso necio”. Cieza comenta que le había aconsejado a su jefe más prudencia: “Yo muchas veces le dije (a Robledo) que se retirara a la ciudad de Antioquia (que estaba en su demarcación) porque solo tenía permiso de un representante de un juez no recibido aún por tal, como Su Majestad mandaba, y Benalcázar venía poderoso y era Gobernador del Rey”. Fue tanto el aprecio que Cieza le tenía a Robledo que hasta le dedicó un afectuoso  recuerdo en la redacción de su testamento.
     Y como había luchado fielmente a su lado contra Benalcázar, sintió temor a las represalias. Entonces, quizá como camuflaje, transformó su apellido añadiendo otro de su familia. El que hasta entonces figuraba como Pedro de León, fue ya para siempre Pedro de Cieza de León. Pero, en realidad, nadie le causó problemas, y una serie de carambolas le abrió las puertas de Perú. Llegó entonces a aquellas tierras un clérigo de enorme valía y meteórico ascenso, enviado por el rey para acabar con la rebelión de Gonzalo Pizarro en Perú (y vaya si lo hizo).  Se trataba de don Pedro de la Gasca, quien convenció a Benalcázar para que se le uniera con sus hombres en la próxima lucha contra Gonzalo. Y, casi resulta cómico, el asustado Cieza fue uno de los que acompañaron a Benalcázar, de manera que empezó su vida en Perú participando en un acontecimiento cumbre: la batalla de Xaquixahuana, escena de la trágica muerte de Gonzalo Pizarro, el último de los hermanos que quedaban en Perú. Para Hernando Pizarro tuvo que ser muy penoso haber tenido una larga prisión en España, pero es casi seguro que, gracias a ella, salvó su vida, ya que, con toda probabilidad, en Perú habría muerto junto a Gonzalo.
     Como ya dije, Cieza volvió a España en 1550. Llegó a visitar al futuro rey Felipe II, se ocupó de sus publicaciones y se casó pronto, pero tanto su mujer como él murieron en Sevilla el año 1554. Tuvo tiempo de dejar un extraordinario testamento en el que se trasluce la humana calidad de su persona, ya manifestada en sus escritos y hasta en su propia vida, puesto que siempre fue apreciado en su entorno y por los jefes que tuvo.
     Creo que Pedro Cieza de León se merecía este largo apartado: no solo fue un extraordinario cronista, sino que, como ya he dicho, serán sus escritos el guión base del que me voy a servir para contar la gran historia.


(Imagen) De los cuatro amplios tomos que publicó Pedro Cieza de León (las cuatro partes de lo que tituló LA CRÓNICA DE PERÚ), solamente utilizaré el tercero, que se conoce como DESCUBRIMIENTO Y CONQUISTA DEL PERÚ y es el que se centra en la epopeya de Pizarro. A pesar de su agitada y corta vida, aprovechó el tiempo al máximo gracias a sus dotes narrativas, su insaciable curiosidad, su inteligencia y su capacidad de trabajo. Los otros tomos se centran en cuestiones tan  variadas como las costumbres de los indios, minuciosos datos geográficos y poblaciones que fundaron los españoles, e, incluso, para que no faltara nada,  dedicó un tomo entero, el segundo, a narrar todo lo que le contaron los nativos de su propia historia, poniéndole el título de EL SEÑORÍO DE LOS INCAS.






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