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Lo primero que tengo que decir sobre los cronistas de Perú es que nos va a
faltar alguno tan peculiar como Bernal Díaz del Castillo (cuando le parieron,
se rompió el molde). Él fue perfecto porque vivió la terrible aventura de
México de principio a fin y porque publicó la crónica más rica en matices
humanos que, a mi modo de ver, se haya
escrito jamás. Pero no nos alarmemos, ya que a Perú no le faltaron numerosos cronistas
y algunos fueron testigos directos de lo que allí ocurrió. Es más: uno de
ellos, Pedro de Cieza de Léon, es considerado como el Príncipe de los Cronistas de Indias. Y
ello se debe a la calidad de su prosa, a su empeño en recoger el máximo de información
posible, e, incluso, a su espíritu humanista, cuya objetividad y honradez se
transparenta en lo que escribe. Solo tuvo una limitación: no fue testigo del ‘momento
cumbre’ en que Pizarro apresó a Atahualpa, porque llegó a Perú 15 años después.
Pero Cieza era un ‘reportero’ extraordinario, y recopiló tanta información
entre indios y españoles, que no solo redactó una crónica general de todo lo
que le contaron y de lo que vivió en directo, sino que, incluso, se atrevió a
publicar una historia de los incas.
Fue también una suerte que otros
protagonistas de los hechos decidieran contarlos, con mayor o menor fortuna
narrativa, pero siempre con riqueza de datos. Nada más natural que, si has
vivido una verdadera epopeya y tienes capacidad de narrar, la escribas, por lo
que hubo bastantes que lo hicieron, aunque muy pocos fueron extensos en sus
crónicas. De ahí que será necesario centrarse en los más completos. Ya lo he
advertido: cada vida, un peliculón. Así que habrá que hacerles ‘el retrato’,
más a menos brevemente. Tengo que señalar también que, para muchas
aclaraciones, he utilizado los magníficos comentarios que la especialista
Concepción Bravo incluyó en sus
ediciones de los cronistas de Perú.
FRANCISCO LÓPEZ DE XEREZ fue el primer
protagonista de los hechos que publicó una crónica. Es asombroso que la editara
en España en 1534, tras haber desembarcado en Sevilla, a solo un año de la
ocupación total de Perú. Lamentablemente, conocemos muy poco de su propia vida.
Se limitó a contar los hechos que ocurrieron en Perú centrando el foco en el
principal protagonista, Pizarro, pero hay que tener en cuenta que fue uno más
de los ‘trastornados’ y atormentados héroes que sufrieron todo tipo de
penalidades en aquella odisea, con la suerte de sobrevivir al enorme número de
compañeros muertos.
Se sabe que nació en Sevilla hacia 1497,
partió para Indias en 1513, siendo un adolescente, y vivió unos veinte años con escasos medios en
Panamá. Residió en Acla, la segunda fundación de aquel territorio, luchando
junto a Vasco Núñez de Balboa, y ya entonces tendría buen conocimiento de
Francisco Pizarro, pues fue allí donde
el extremeño, por orden del sádico Pedrarias Dávila, tuvo que apresar al
descubridor del Pacífico, que acabó ejecutado. Cuando Pizarro inició su aventura
del Perú, quiso tener a su lado a Francisco de Xerez, no solo como soldado
experimentado, sino como escribano de su total confianza, ya que, siendo
analfabeto (algo siempre dicho, pero que me costó verlo confirmado), estaba
expuesto a ser engañado fácilmente en la redacción y en la lectura de los documentos
(como, de hecho, le ocurrió alguna vez).
(Imagen)
El despacho de la Casa de la Contratación de las Indias de Sevilla sigue en los
Reales Alcázares tal y como estaba en sus inicios (año 1503), cuando Sancho
Ortiz de Matienzo y otros dos funcionarios se encargaron de su administración. El
sevillano Francisco de Xerez lo conoció desde niño y, emborrachado de gloriosas
fantasías, se presentó con solo 16 años en ese lugar y quedó registrado para
siempre como uno más de los aventureros que partieron para Las indias.
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