(515) Se dirigieron hacia su casa Balsa, García de Alvarado y dos amigos
suyos, Juan García, nacido en Guadalcanal, y Diego Pérez de Becerra: “Llegados
a la posada de Sotelo, entraron donde tenía su lecho, y después de haber
hablado unas palabras, García de Alvarado le preguntó por qué había dicho que
no tenía en nada a los Alvarados, lo cual iba en contra de su honra, y le pidió
que le diese satisfacción de ello. Además de estar Sotelo enfermo, no había
allí ningún amigo ni criado suyo, y, como seguía muy enfermo, le respondió que
no estaba en condiciones de darle satisfacción. Juan Balsa, mostrándose en sus
palabras favorable a Sotelo, le decía a García de Alvarado que no era tiempo de
entender en semejantes cosas, e se levantó para irse. García de Alvarado hizo
lo mismo, despidiéndose de Sotelo. Cuando ya se iban, el capitán Sotelo, que
era hombre animoso y que en tanto tenía la honra, pensando en lo que acababa de
pasar, llamó con voces altas a García de Alvarado y le dijo: ‘No recuerdo haber
dicho lo que decís, pero si algo dije, torno a decir que, siendo quien soy, se
me da poco por los Alvarados’. Y, cuando García de Alvarado oyó aquello, con
gran ira dijo: ‘Juro a Dios que os he de matar, don traidor’. Sotelo, saltando
de la cama, dijo: ‘Yo os mataré a vos”.
Está claro que aquellos hombres no retrocedían ante las manchas de
honor, igualito que los gallos de pelea. Ni siquiera Cristóbal Sotelo, uno de
los más sensatos capitanes, supo detener a tiempo su instintiva y estúpida reacción,
aunque también es cierto que se la tenían jurada, y tratarían de matarlo con
cualquier excusa. El gravísimo error de Sotelo fue no tener paciencia para
esperar a que se curara su grave crisis de salud: “García de Alvarado, echando
mano de su espada, se iba hacia el enfermo Sotelo, pero Juan Balsa, con mucha ligereza, se
abrazó a él. Sotelo entró dentro de una recámara, e salió con una espada y una
capa. Habían acudido algunos amigos de García de Alvarado, y tenían cercada la
casa. Habiéndole dejado Juan Balsa, García de Alvarado entró buscando a Sotelo,
y un criado suyo, llamado Lizcano, que le vio entrar, le arremetió por detrás,
abrazándose fuertemente a él. Al ver Sotelo que su enemigo estaba tan cerca, le
atacó para matarlo. Juan Balsa le echó mano diciéndole que no hiciese tal cosa,
mientras que García de Alvarado, aunque al mozo Lizcano le pesó, se salió de
sus manos e le hirió en la cabeza (a Lizcano), y se fue hacia Sotelo
para matarlo, e le tiró algunas cuchilladas y estocadas. Por el ruido que hacían,
entró Juan García, e le dio tales heridas a Sotelo, que, poco después, quedó
muerto en el suelo, teniéndolo asido Juan Balsa, o por evitar que muriese, o
por ganas de verle muerto; lo cual creo yo, e tengo por más cierto lo que
dicen”.
La última frase de Cieza resulta
algo confusa, pero, al parecer, él consideraba que Juan Balsa estaba colaborando
en el asesinato, y que esa era la opinión general. Ya vimos que, tiempo atrás,
también se había extendido el rumor de que Balsa había envenenado a Juan de Rada,
y que, sobre ese caso, Cieza no creyó que la acusación tuviera fundamento. Ahora se despide de Sotelo con
gran pesar por su muerte: “De esta manera murió el principal y más acabado
varón que había entre los de Chile (los almagristas), y, con su muerte, se
vio claramente que todos iban a caer e ser destruidos, pues, si hubiera vivido,
pudiera con su prudencia guiar las cosas de manera diferente a como se
guiaron”.
(Imagen) Hemos ido viendo a GARCÍA DE ALVARADO en su ascendente, y
violento, protagonismo. Pronto va a morir de forma trágica, y sería injusto no
dedicarle algunos comentarios para aclarar su especial personalidad. Fue una
mezcla de grandes valores y grandes defectos. Había nacido en Badajoz el año 1513. Era el lugar de
origen de los más famosos Alvarados, aunque uno muy grande, nuestro conocido Alonso
de Alvarado, procedía de Cantabria, la verdadera raíz del ilustre apellido. El
padre de García también se llamó García de Alvarado, y lucía con orgullo el
título de Comendador de la Orden de Santiago en Montijo (Badajoz). Tuvo ocho
hijos con dos esposas. El sexto fue nuestro García de Alvarado. Pero, cosa
asombrosa, nació el primero su excepcional hermanastro DIEGO DE ALVARADO. Y
digo asombrosa porque no podían ser más diferentes. Diego era demasiado
perfecto y sensato, y así, sus consejos de prudencia le costaron a Diego de
Almagro el Viejo la derrota y la vida. El jovencísimo y valiente GARCÍA DE
ALVARADO pasó desapercibido en sus inicios militares dentro de la tropa de
Almagro, pero, cuando explotó la bomba de ambiciones que llevaba dentro, quiso
llegar a la cima más alta por cualquier medio, y, frecuentemente, con crueldad.
Su último gran error fue matar de forma cobarde a su capitán, el mejor, más
humano y más sensato de los almagristas, CRISTÓBAL DE SOTELO. Fue un trauma
para Diego de Almagro el Mozo, necesitado entonces de ir asentando su autoridad
entre las tropas que había dirigido su padre. Pero, a pesar de que García de
Alvarado, por su carisma de líder, tenía
muchos seguidores, supo sobreponerse y matar al asesino. Un auténtico drama
entre dos jóvenes: Alvarado, con 29 años, y, Almagro, con poco más de veinte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario