(518) La intención de García de Alvarado era muy retorcida: “Creyó que
Juan Balsa le respondería desabridamente, con lo cual tuviera ocasión de
matarlo. Mas Juan Balsa, que muy sobre aviso estaba, le respondió muy
blandamente, diciéndole que, si Don Diego no le había indicado en la provisión
el poder de nombrar y deshacer capitanes, sería por no darse cuenta el
escribano, y que, si él mismo (Alvarado) mandaba escribir la provisión,
pronto se la traería firmada por Don Diego”. Para desactivar las posibles
torcidas intenciones de García de Alvarado, Balsa se hizo el desprendido: “Le dijo que deseaba ser General
porque sabía que sería provechoso para casi todos, pero, aunque Don Diego ya le
había dado el cargo, lo desechaba porque deseaba que él solo (Alvarado)
fuese el señor y superior de todos, ya que era bien querido de la gente. Estas
cosas de buena crianza le dijo Juan Balsa, como hombre que era muy caudaloso de
ellas, bajo un velo de astucia y gran cautela. García de Alvarado, creyendo lo
que Juan Balsa le decía, le respondió que le había llamado para matarlo, pero
que, conocido su buen deseo, le tendría siempre por amigo verdadero, y que le
rogaba que le trajeran la provisión que le pedía al Gobernador Don Diego, y que
le hiciese entender cuán amigo y servidor suyo era”.
Cuando Juan Balsa fue a la casa de Diego de Almagro y le puso al corriente
sobre lo ocurrido, se vio el joven gobernador, una vez más, obligado a hacer
algo que le repugnaba: “Sus capitanes le aconsejaron que enviase a García de
Alvarado la provisión que pedía, y que, habiendo lugar y tiempo convenible para
ello, lo matase. Don Diego, pareciéndole que con ello perdía su autoridad, no
lo quería hacer, mas, mirando que convenía así, mandó preparar la provisión del
arte que García de Alvarado pedía, e, después de haberla firmado, se la envió”.
Al recibir el documento, Alvarado, tan valiente y peleón como ingenuo, lo
celebró públicamente: “Se sintió contento y seguro. Salió bien acompañado a la
plaza de la ciudad, donde fue pregonado su nombramiento al son de muchas
trompetas, e fue recibido como General por toda la gente de guerra. Mientras
tanto, Don Diego deseaba que llegara el momento en el que pudiera matarlo,
porque temía que quisiese hacer de él lo mismo que había hecho de Cristóbal de
Sotelo”.
Entonces, los hombres de García de Alvarado le propusieron algo que
puede tener una doble interpretación: “No dejó de haber grandes sospechas entre
los de ambos bandos, y algunos soldados le insistían a García de Alvarado para
que matase a Don Diego, y luego fuese con su ejército a buscar a Vaca de
Castro. Como era tan inconstante e mancebo muy animoso, no dudó en hacer
aquello que le aconsejaban sus amigos, matar a Don Diego”. Es de suponer que la
idea era matarlo y después ir a luchar contra Vaca de Castro, pero cabe la
interpretación de que pensaran en hacer las paces con él, esperando su
agradecimiento por haber eliminado al cabecilla de los almagristas.
(Imagen) Estamos ahora contemplando la lucha interna entre los
almagristas, como si no les bastara la amenaza permanente de los pizarristas, y
tener en contra, por añadiduda, al representante del Rey, Cristóbal Vaca de
Castro. El desenfrenado García de Alvarado, después de haber matado a Cristóbal
de Sotelo, quería hacer lo mismo con
Diego de Almagro el Mozo y con varios amigos del asesinado. Uno de ellos era el
capitán DIEGO DE HOCES, quizá nacido en la bella e histórica Baeza (Jaén), pues
allí existe una calle con ese nombre. Luchó con los almagristas en la batalla
de las Salinas, manteniéndoles después su fidelidad tras la derrota y ejecución
de Almagro, hasta el punto de que participó en el asesinato de Pizarro.
Derrotado nuevamente en la batalla de Chupas, no le sirvió para nada poder
huir, porque fue apresado, detenido por Diego de Rojas, y ejecutado por el
licenciado Antonio de la Gama. A veces se le confunde con otro Diego de Hoces que
nada tuvo que ver con las Indias, y ni siquiera con batallas militares, aunque
sí participó en una de gran calibre, pero de carácter espiritual. Nació en
Málaga en 1490. Siendo muy joven, coincidió en la universidad de Alcalá de Henares
con un tal Íñigo, que luego pasó a la Historia como San Ignacio de Loyola.
Mucho tiempo después, siendo Diego ya sacerdote, se encontraron de nuevo, esta
vez en Venecia, y quedó seducido por lo que bullía en la cabeza y el corazón de
Ignacio, un entusiasta, sin fisuras, del espíritu católico, tan vapuleado
entonces por Lutero. Los contactos de Diego en Roma fueron vitales para que el
papa Paulo III, en 1540, aprobara la fundación de la Compañía de Jesús,
entonces con solo once miembros, Ignacio y Diego incluidos. Poco después, el
mismo año en que fue asesinado Pizarro, murió este Diego de Hoces, quedando
algo desdibujado su recuerdo como fundador.
No hay comentarios:
Publicar un comentario