jueves, 5 de septiembre de 2019

(Día 928) Diego de Almagro el Mozo, manteniendo su intención de matarlo, le otorgó a García de Alvarado la máxima autoridad militar. Alvarado se entusiasmó, pero, por consejo de sus hombres, siguió pensando en matar al Mozo.


     (518) La intención de García de Alvarado era muy retorcida: “Creyó que Juan Balsa le respondería desabridamente, con lo cual tuviera ocasión de matarlo. Mas Juan Balsa, que muy sobre aviso estaba, le respondió muy blandamente, diciéndole que, si Don Diego no le había indicado en la provisión el poder de nombrar y deshacer capitanes, sería por no darse cuenta el escribano, y que, si él mismo (Alvarado) mandaba escribir la provisión, pronto se la traería firmada por Don Diego”. Para desactivar las posibles torcidas intenciones de García de Alvarado, Balsa se hizo el  desprendido: “Le dijo que deseaba ser General porque sabía que sería provechoso para casi todos, pero, aunque Don Diego ya le había dado el cargo, lo desechaba porque deseaba que él solo (Alvarado) fuese el señor y superior de todos, ya que era bien querido de la gente. Estas cosas de buena crianza le dijo Juan Balsa, como hombre que era muy caudaloso de ellas, bajo un velo de astucia y gran cautela. García de Alvarado, creyendo lo que Juan Balsa le decía, le respondió que le había llamado para matarlo, pero que, conocido su buen deseo, le tendría siempre por amigo verdadero, y que le rogaba que le trajeran la provisión que le pedía al Gobernador Don Diego, y que le hiciese entender cuán amigo y servidor suyo era”.
     Cuando Juan Balsa fue a la casa de Diego de Almagro y le puso al corriente sobre lo ocurrido, se vio el joven gobernador, una vez más, obligado a hacer algo que le repugnaba: “Sus capitanes le aconsejaron que enviase a García de Alvarado la provisión que pedía, y que, habiendo lugar y tiempo convenible para ello, lo matase. Don Diego, pareciéndole que con ello perdía su autoridad, no lo quería hacer, mas, mirando que convenía así, mandó preparar la provisión del arte que García de Alvarado pedía, e, después de haberla firmado, se la envió”. Al recibir el documento, Alvarado, tan valiente y peleón como ingenuo, lo celebró públicamente: “Se sintió contento y seguro. Salió bien acompañado a la plaza de la ciudad, donde fue pregonado su nombramiento al son de muchas trompetas, e fue recibido como General por toda la gente de guerra. Mientras tanto, Don Diego deseaba que llegara el momento en el que pudiera matarlo, porque temía que quisiese hacer de él lo mismo que había hecho de Cristóbal de Sotelo”.
     Entonces, los hombres de García de Alvarado le propusieron algo que puede tener una doble interpretación: “No dejó de haber grandes sospechas entre los de ambos bandos, y algunos soldados le insistían a García de Alvarado para que matase a Don Diego, y luego fuese con su ejército a buscar a Vaca de Castro. Como era tan inconstante e mancebo muy animoso, no dudó en hacer aquello que le aconsejaban sus amigos, matar a Don Diego”. Es de suponer que la idea era matarlo y después ir a luchar contra Vaca de Castro, pero cabe la interpretación de que pensaran en hacer las paces con él, esperando su agradecimiento por haber eliminado al cabecilla de los almagristas.

     (Imagen) Estamos ahora contemplando la lucha interna entre los almagristas, como si no les bastara la amenaza permanente de los pizarristas, y tener en contra, por añadiduda, al representante del Rey, Cristóbal Vaca de Castro. El desenfrenado García de Alvarado, después de haber matado a Cristóbal de Sotelo, quería  hacer lo mismo con Diego de Almagro el Mozo y con varios amigos del asesinado. Uno de ellos era el capitán DIEGO DE HOCES, quizá nacido en la bella e histórica Baeza (Jaén), pues allí existe una calle con ese nombre. Luchó con los almagristas en la batalla de las Salinas, manteniéndoles después su fidelidad tras la derrota y ejecución de Almagro, hasta el punto de que participó en el asesinato de Pizarro. Derrotado nuevamente en la batalla de Chupas, no le sirvió para nada poder huir, porque fue apresado, detenido por Diego de Rojas, y ejecutado por el licenciado Antonio de la Gama. A veces se le confunde con otro Diego de Hoces que nada tuvo que ver con las Indias, y ni siquiera con batallas militares, aunque sí participó en una de gran calibre, pero de carácter espiritual. Nació en Málaga en 1490. Siendo muy joven, coincidió en la universidad de Alcalá de Henares con un tal Íñigo, que luego pasó a la Historia como San Ignacio de Loyola. Mucho tiempo después, siendo Diego ya sacerdote, se encontraron de nuevo, esta vez en Venecia, y quedó seducido por lo que bullía en la cabeza y el corazón de Ignacio, un entusiasta, sin fisuras, del espíritu católico, tan vapuleado entonces por Lutero. Los contactos de Diego en Roma fueron vitales para que el papa Paulo III, en 1540, aprobara la fundación de la Compañía de Jesús, entonces con solo once miembros, Ignacio y Diego incluidos. Poco después, el mismo año en que fue asesinado Pizarro, murió este Diego de Hoces, quedando algo desdibujado su recuerdo como fundador.






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