(520) Se acercaba la hora del convite. Alvarado le envió un mensajero a
Almagro para decirle que todo estaba preparado, y le contestó que se encontraba
muy mal, pero que, no obstante, iría más tarde: “Cuando lo supo, a García de
Alvarado le pareció de mala crianza no ir a por él, y, yendo de camino
acompañado de su gente, se encontró con Martín Carrillo, harto amigo suyo y
enemigo de don Diego, quien, sabiendo a dónde iba, le dijo que se volviese
porque sería su perdición, pues, si entraba a la casa de don Diego, le había de
matar. Le contestó que no tenía ningún miedo. Cuando llegó a la puerta de la
posada de don Diego y vio tantos arcabuceros, se turbó. Ellos le hicieron la
salva sin ninguna pelota, con lo cual se
tranquilizó, y siguió adelante. Entonces los arcabuceros cargaron con pelotas
sus arcabuces”.
A García de Alvarado lo van a atrapar como a un ratón en el cepo: “Yendo
acompañado de todos sus amigos, llegó a la sala de Don Diego, estando junto a
la puerta su Capitán de la Guardia, Juan de Guzmán, y entró de rondón con tres
o cuatro amigos suyos. Entonces el capitán Juan de Guzmán cerró la puerta bien
apretada con una alabarda, para que no entrasen los demás que habían venido con
él. Don Diego se levantó del lecho en el que estaba recostado, diciendo a
grandes voces a los que estaban con él: ‘Ea, caballeros, vamos a cenar’. García
de Alvarado dijo: ‘¿Qué ha sido de la indisposición de vuestra señoría?, pues
estoy muy turbado de que haya tenido algún mal’. Don Diego le contestó que ya
no era nada, que bien podían ir a cenar”.
Acto seguido, se pasó a la acción: “Entonces se juntó con Don Diego su
Teniente General, Juan Balsa, arremetió contra García de Alvarado, y,
abrazándose con él, le dijo: ‘Sed preso en nombre del Rey’. Don Diego, echando
mano a su espada, dijo: ‘Preso, no, sino muerto’. Y, diciendo esto, le dio una
mala herida en la cabeza, e los que allí estaban descargaron más golpes sobre
él, y le pasaron con muchas estocadas el cuerpo. Luego cayó muerto en tierra, y
pagó con ello la muerte que él le dio a
Cristóbal de Sotelo. Sus amigos, al saber lo que pasaba, espantados de tan
extraño acaecimiento, iban unos por unas partes e otros por otras, para
esconderse entre los edificios de la ciudad”.
Luego ocurrió algo frecuente en aquellos vaivenes de fidelidades e
infidelidades, donde se mataba sin piedad y se perdonaba sensatamente cuando lo
exigía el interés político: “Don Diego, como solamente quería castigar a García
de Alvarado y ya lo tenía muerto,
decidió perdonar a todos los que se le mostrasen como amigos, y así muchos
vinieron a besarle las manos y a ofrecerse de
nuevo a su servicio”. Es de suponer que algunos de los más íntimos de
García de Alvarado, como el retorcido Martín Carrillo, estarían llenos de
negros pensamientos.
(Imagen) Hablemos de los doce Caballeros de la Capa ridiculizados por
los pizarristas en Lima (pero muy valiosos personajes). Sus vidas acabaron de
forma trágica. Todos planearon el asesinato, pero algunos no participaron
directamente en la terrible ejecución
del viejo y enfermo Pizarro. Murió matando, lo cual resulta casi
incomprensible porque tenía ya unos 64 años, y, según la autopsia que se hizo
en Lima a sus restos el año 1984, había recibido doce sablazos, seis de ellos
mortales. Veamos la lista: CRISTÓBAL DE SOTELO, conspirador pero no autor del
crimen, fue, como ya sabemos, asesinado por GARCÍA DE ALVARADO, otro de los
doce, a quien vemos ahora ejecutado por Diego de Almagro el Mozo. También
sabemos que a FRANCISCO DE CHÁVEZ lo mató el capitán almagrista Juan de Rada
por su estúpida rebeldía a cuenta de la adjudicación de una muchacha india.
PEDRO DE SAN MILLÁN (nuestro protagonista de la imagen anterior) sobrevivió a
la batalla de Chupas, pero Vaca de Castro, tras apresarlo, les confió al
licenciado Antonio de la Gama y al gran Alonso de Alvarado juzgarlo junto a
otros responsables del asesinato de Pizarro, y, lo mismo que a los demás, se le
degolló, descuartizando después su cuerpo y exponiendo sus restos en distintos
sitios, como se solía hacer para escarmiento público. Con descuartizamiento o
sin él, corrieron la misma suerte MARTÍN CARRILLO, MARTÍN DE BILBAO, JERÓNIMO
DE ALMAGRO, DIEGO DE HOCES y JUAN RODRÍGUEZ BARRAGÁN. El caso de JUAN TELLO DE
SOTOMAYOR fue ligeramente distinto. No lo ejecutaron porque murió en la batalla
de Chupas, pero Vaca de Castro ordenó recoger su cuerpo y descuartizarlo para
exposición pública. Dejo aparte para la imagen siguiente a otros dos, DIEGO
MÉNDEZ y GÓMEZ PÉREZ, porque su historia se complicó mucho, aunque también
acabó en tragedia.
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