sábado, 7 de septiembre de 2019

(Día 930) El bravucón García de Alvarado entró ingenuamente en la casa de Diego de Almagro, quien le dio la primera estocada, y lo remataron sus hombres.


     (520) Se acercaba la hora del convite. Alvarado le envió un mensajero a Almagro para decirle que todo estaba preparado, y le contestó que se encontraba muy mal, pero que, no obstante, iría más tarde: “Cuando lo supo, a García de Alvarado le pareció de mala crianza no ir a por él, y, yendo de camino acompañado de su gente, se encontró con Martín Carrillo, harto amigo suyo y enemigo de don Diego, quien, sabiendo a dónde iba, le dijo que se volviese porque sería su perdición, pues, si entraba a la casa de don Diego, le había de matar. Le contestó que no tenía ningún miedo. Cuando llegó a la puerta de la posada de don Diego y vio tantos arcabuceros, se turbó. Ellos le hicieron la salva sin ninguna pelota, con  lo cual se tranquilizó, y siguió adelante. Entonces los arcabuceros cargaron con pelotas sus arcabuces”.
     A García de Alvarado lo van a atrapar como a un ratón en el cepo: “Yendo acompañado de todos sus amigos, llegó a la sala de Don Diego, estando junto a la puerta su Capitán de la Guardia, Juan de Guzmán, y entró de rondón con tres o cuatro amigos suyos. Entonces el capitán Juan de Guzmán cerró la puerta bien apretada con una alabarda, para que no entrasen los demás que habían venido con él. Don Diego se levantó del lecho en el que estaba recostado, diciendo a grandes voces a los que estaban con él: ‘Ea, caballeros, vamos a cenar’. García de Alvarado dijo: ‘¿Qué ha sido de la indisposición de vuestra señoría?, pues estoy muy turbado de que haya tenido algún mal’. Don Diego le contestó que ya no era nada, que bien podían ir a cenar”.
    Acto seguido, se pasó a la acción: “Entonces se juntó con Don Diego su Teniente General, Juan Balsa, arremetió contra García de Alvarado, y, abrazándose con él, le dijo: ‘Sed preso en nombre del Rey’. Don Diego, echando mano a su espada, dijo: ‘Preso, no, sino muerto’. Y, diciendo esto, le dio una mala herida en la cabeza, e los que allí estaban descargaron más golpes sobre él, y le pasaron con muchas estocadas el cuerpo. Luego cayó muerto en tierra, y pagó con ello la muerte que él le  dio a Cristóbal de Sotelo. Sus amigos, al saber lo que pasaba, espantados de tan extraño acaecimiento, iban unos por unas partes e otros por otras, para esconderse entre los edificios de la ciudad”.
     Luego ocurrió algo frecuente en aquellos vaivenes de fidelidades e infidelidades, donde se mataba sin piedad y se perdonaba sensatamente cuando lo exigía el interés político: “Don Diego, como solamente quería castigar a García de Alvarado y ya lo  tenía muerto, decidió perdonar a todos los que se le mostrasen como amigos, y así muchos vinieron a besarle las manos y a ofrecerse de  nuevo a su servicio”. Es de suponer que algunos de los más íntimos de García de Alvarado, como el retorcido Martín Carrillo, estarían llenos de negros pensamientos.

     (Imagen) Hablemos de los doce Caballeros de la Capa ridiculizados por los pizarristas en Lima (pero muy valiosos personajes). Sus vidas acabaron de forma trágica. Todos planearon el asesinato, pero algunos no participaron directamente en la terrible ejecución  del viejo y enfermo Pizarro. Murió matando, lo cual resulta casi incomprensible porque tenía ya unos 64 años, y, según la autopsia que se hizo en Lima a sus restos el año 1984, había recibido doce sablazos, seis de ellos mortales. Veamos la lista: CRISTÓBAL DE SOTELO, conspirador pero no autor del crimen, fue, como ya sabemos, asesinado por GARCÍA DE ALVARADO, otro de los doce, a quien vemos ahora ejecutado por Diego de Almagro el Mozo. También sabemos que a FRANCISCO DE CHÁVEZ lo mató el capitán almagrista Juan de Rada por su estúpida rebeldía a cuenta de la adjudicación de una muchacha india. PEDRO DE SAN MILLÁN (nuestro protagonista de la imagen anterior) sobrevivió a la batalla de Chupas, pero Vaca de Castro, tras apresarlo, les confió al licenciado Antonio de la Gama y al gran Alonso de Alvarado juzgarlo junto a otros responsables del asesinato de Pizarro, y, lo mismo que a los demás, se le degolló, descuartizando después su cuerpo y exponiendo sus restos en distintos sitios, como se solía hacer para escarmiento público. Con descuartizamiento o sin él, corrieron la misma suerte MARTÍN CARRILLO, MARTÍN DE BILBAO, JERÓNIMO DE ALMAGRO, DIEGO DE HOCES y JUAN RODRÍGUEZ BARRAGÁN. El caso de JUAN TELLO DE SOTOMAYOR fue ligeramente distinto. No lo ejecutaron porque murió en la batalla de Chupas, pero Vaca de Castro ordenó recoger su cuerpo y descuartizarlo para exposición pública. Dejo aparte para la imagen siguiente a otros dos, DIEGO MÉNDEZ y GÓMEZ PÉREZ, porque su historia se complicó mucho, aunque también acabó en tragedia.





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